Elegante con cualquier trapito
Viernes 12 de Abril de 2013. Hospital Clínico (Madrid)
Nunca me he sentido cómodo en un hospital. La inmensidad de sus pasillos, el deambular errático de la gente por las frías estancias, el halo de dolor que se respira, me inquieta. No me gusta. Aún así, después de una semana con la clavícula rota, estaba deseando que llegara este día. A las ocho de la mañana entraba por la puerta del hospital y en poco más de cuarenta minutos estaba tumbado en la antesala del quirófano.
En contraste con el calor que inundaba las habitaciones el ámbiente frío de la zona del quirófano me es sumamente agradable. Estoy tranquilo, intentando confundir mis temores con imágenes que me aporten sosiego y calma. Cierro los ojos y recorro mentalmente las tranquilas carreteras de mi querida montaña palentina. Siento el viento, el frescor de la mañana. Me imagino pedaleando por ellas, por sus parajes silenciosos. Veo a Rodrigo y Alonso, mis hijos, correteando por las calles de Olleros, por la ribera del Pisuerga. Estas imágenes logran que mis miedos se diluyan y que la calma se apodere de mi cuerpo. Noto todos mis músculos relajados e incluso siento los latidos del corazón bombeando pausado.
Un pinchazo en el brazo me devuelve a la fría estancia. Al abrir los ojos, una enfermera y el anéstesista, vestidos de verde, y escondiendo sus rostros tras las mascarillas, me preguntan si todo marcha bien. Les extraña la tranquilidad que tengo y me preguntan que qué tal me encuentro, qué si estoy mareado. Todo OK, respondo. Sigo muy relajado. Absorto en mis pensamientos. Sin tiempo para más viajes de mi imaginación, recorremos los apenas diez metros que me separan del quirófano. Me extraña la cantidad de gente que hay deambulando a mi alrededor. Todo es frío y extremadamente limpio. Perfectamente ordenado. El olor, como sólo huele en un quirófano. El anestesista me coloca la mascarilla, que una agradable enfermera sujeta con sus manos. Me ordena que aspire con fuerza. Un escalofrío me recorre el cuerpo y noto como un líquido recorre mis venas. Sigue así, respirando con fuerza, me recuerdan. Lo hago tres veces, a la cuarta, me envuelve el sueño. La consciencia queda en letargo. Todo es oscuro.
Nunca me he sentido cómodo en un hospital. La inmensidad de sus pasillos, el deambular errático de la gente por las frías estancias, el halo de dolor que se respira, me inquieta. No me gusta. Aún así, después de una semana con la clavícula rota, estaba deseando que llegara este día. A las ocho de la mañana entraba por la puerta del hospital y en poco más de cuarenta minutos estaba tumbado en la antesala del quirófano.
En contraste con el calor que inundaba las habitaciones el ámbiente frío de la zona del quirófano me es sumamente agradable. Estoy tranquilo, intentando confundir mis temores con imágenes que me aporten sosiego y calma. Cierro los ojos y recorro mentalmente las tranquilas carreteras de mi querida montaña palentina. Siento el viento, el frescor de la mañana. Me imagino pedaleando por ellas, por sus parajes silenciosos. Veo a Rodrigo y Alonso, mis hijos, correteando por las calles de Olleros, por la ribera del Pisuerga. Estas imágenes logran que mis miedos se diluyan y que la calma se apodere de mi cuerpo. Noto todos mis músculos relajados e incluso siento los latidos del corazón bombeando pausado.
Un pinchazo en el brazo me devuelve a la fría estancia. Al abrir los ojos, una enfermera y el anéstesista, vestidos de verde, y escondiendo sus rostros tras las mascarillas, me preguntan si todo marcha bien. Les extraña la tranquilidad que tengo y me preguntan que qué tal me encuentro, qué si estoy mareado. Todo OK, respondo. Sigo muy relajado. Absorto en mis pensamientos. Sin tiempo para más viajes de mi imaginación, recorremos los apenas diez metros que me separan del quirófano. Me extraña la cantidad de gente que hay deambulando a mi alrededor. Todo es frío y extremadamente limpio. Perfectamente ordenado. El olor, como sólo huele en un quirófano. El anestesista me coloca la mascarilla, que una agradable enfermera sujeta con sus manos. Me ordena que aspire con fuerza. Un escalofrío me recorre el cuerpo y noto como un líquido recorre mis venas. Sigue así, respirando con fuerza, me recuerdan. Lo hago tres veces, a la cuarta, me envuelve el sueño. La consciencia queda en letargo. Todo es oscuro.
Pedro Delgado 1984. Genio y figura.
Después de tres horas de operación, me despierto con la caraja propia de la anestesia. No sé muy bien dónde estoy y qué coño hago allí. La confusión sólo dura unos segundos. Rápidamente, con una sonrisa silueteada en los labios, fruto de los efluvios etílicos de la anestesia, pillumachine se percata de que ya tiene en común algo con los grandes ciclistas a los que admira: la clavícula fracturada. El que no se consuela es porque no quiere.
Eso sí, las caídas de éstos suelen ser épicas, envueltas en un manto de gloria, la mía, triste, la más tonta del mundo. Perdonad que no os la cuente por que me pongo de mala hostia y me repercute en la clavícula. Mis biógrafos revelarán el misterio.
Fue en la bajada del Joux Plane, en 1984, a pocas jornadas de terminar ese Tour. Perico se lanzó a por todas en el descenso junto a su compañero Angel Arroyo. Iba cuarto en ese Tour, detras de Fignon, Hinault y Lemond. Era la etapa de La Plagne- La Morcine. Reventó el tubular delantero y se empotró contra una valla fracturandose la clavícula derecha. Aún así tuvo el coraje, por no decir los cojones, de llegar hasta la meta. No obstante, tuvo que retirarse de ese Tour. Siempre grande Perico, el único capaz de hacer saltar a millones de espectadores del sofá cuando realizaba sus demarrajes en las hostiles rampas de las montañas. Yo de mayor quiero ser Pedro Delgado.
El 23 de Marzo de 2009, Lance Amstrong, pedaleaba por las carreteras palentinas, cercanas a la localidad de Antigüedad, cuando dió con sus huesos en la nada confortable dureza del asfalto. Era la primera etapa de la Vuelta a Castilla y León de áquel año. Me juego un tercio de Mahou con vosotros que nada más levantarse del suelo y echarse mano a la clavícula derecha, se preguntó qué que coño hacía allí, pedaleando en Palencia. El peaje: una placa de diez centímetros sujeta, con doce tornillos, a su osamenta para reconstruir su clavícula rota en cuatro fragmentos. Hoy un monumento a la orilla del arcén, donde el americano se fue al suelo, recuerda con cierta guasa el lugar exacto del incidente.
No menos pequeño fue el tortazo que se dió Fabian Cancellara durante la disputa del Tour de Flandes en la primavera del año pasado. Consecuencia: triple fractura de clavícula. "Mi colega, doctor Farkas, ha utilizado un clavo para unir el hueso en su conjunto mediante un procedimiento donde se inserta una aguja en la propia clavícula, en lugar de utilizar una placa y un montón de tornillos para mantener los huesos juntos. Este procedimiento es mucho más natural y no afecta a la fuerza del hueso una vez que el dispositivo se retire. El pasador se eliminará una vez que la fractura haya sanado por completo, como muy pronto dentro de seis semanas. "
Eso sí, las caídas de éstos suelen ser épicas, envueltas en un manto de gloria, la mía, triste, la más tonta del mundo. Perdonad que no os la cuente por que me pongo de mala hostia y me repercute en la clavícula. Mis biógrafos revelarán el misterio.
Fue en la bajada del Joux Plane, en 1984, a pocas jornadas de terminar ese Tour. Perico se lanzó a por todas en el descenso junto a su compañero Angel Arroyo. Iba cuarto en ese Tour, detras de Fignon, Hinault y Lemond. Era la etapa de La Plagne- La Morcine. Reventó el tubular delantero y se empotró contra una valla fracturandose la clavícula derecha. Aún así tuvo el coraje, por no decir los cojones, de llegar hasta la meta. No obstante, tuvo que retirarse de ese Tour. Siempre grande Perico, el único capaz de hacer saltar a millones de espectadores del sofá cuando realizaba sus demarrajes en las hostiles rampas de las montañas. Yo de mayor quiero ser Pedro Delgado.
El 23 de Marzo de 2009, Lance Amstrong, pedaleaba por las carreteras palentinas, cercanas a la localidad de Antigüedad, cuando dió con sus huesos en la nada confortable dureza del asfalto. Era la primera etapa de la Vuelta a Castilla y León de áquel año. Me juego un tercio de Mahou con vosotros que nada más levantarse del suelo y echarse mano a la clavícula derecha, se preguntó qué que coño hacía allí, pedaleando en Palencia. El peaje: una placa de diez centímetros sujeta, con doce tornillos, a su osamenta para reconstruir su clavícula rota en cuatro fragmentos. Hoy un monumento a la orilla del arcén, donde el americano se fue al suelo, recuerda con cierta guasa el lugar exacto del incidente.
No menos pequeño fue el tortazo que se dió Fabian Cancellara durante la disputa del Tour de Flandes en la primavera del año pasado. Consecuencia: triple fractura de clavícula. "Mi colega, doctor Farkas, ha utilizado un clavo para unir el hueso en su conjunto mediante un procedimiento donde se inserta una aguja en la propia clavícula, en lugar de utilizar una placa y un montón de tornillos para mantener los huesos juntos. Este procedimiento es mucho más natural y no afecta a la fuerza del hueso una vez que el dispositivo se retire. El pasador se eliminará una vez que la fractura haya sanado por completo, como muy pronto dentro de seis semanas. "
Clavícula de Cancellara
Así relataba Fabian Cancellara la intervención que le realizaron y que se salía un poco del procedimiento habitual de placa y tornillos que normalmente se realiza para curar esta dolencia. Como hemos visto este año el hueso le ha quedado bastante bien y los adoquines de Flandes y de Roubaix no le han supuesto ningún problema. Victoria en ambas clásicas.
Lo que queda claro es que la rotura de clavícula es una de las lesiones más comunes en el ciclista cuando se produce un traumatismo. En el 2012, Frank Schek, sufrió su rotura en la tercera etapa del Tour de Francia al rodar, en los dos sentidos, por un tramo adoquinado en la etapa que unía Wanze y Aremberg. Ese mismo año Igor Antón sufrió la misma lesión en la Lieja-Bastogne-Lieja, y Pablo Lastras en la sexta etapa del Giro de Italia en el descenso del Passo della Cappella. Y mientras esto escribo, me entero de que Carlos Colomá, en Alemania, también ha escuchado el crack, esta vez en una caída con su Trek por la culpa de un pegote de barro traicionero.
Clavícula y ciclismo marchan de la mano cuando hablamos de dar con los huesos en el asfalto o los caminos. Y esto vale, lo mismo, para los pros que para los cicloturistas. El dolor es el mismo para ambos.
Lo que queda claro es que la rotura de clavícula es una de las lesiones más comunes en el ciclista cuando se produce un traumatismo. En el 2012, Frank Schek, sufrió su rotura en la tercera etapa del Tour de Francia al rodar, en los dos sentidos, por un tramo adoquinado en la etapa que unía Wanze y Aremberg. Ese mismo año Igor Antón sufrió la misma lesión en la Lieja-Bastogne-Lieja, y Pablo Lastras en la sexta etapa del Giro de Italia en el descenso del Passo della Cappella. Y mientras esto escribo, me entero de que Carlos Colomá, en Alemania, también ha escuchado el crack, esta vez en una caída con su Trek por la culpa de un pegote de barro traicionero.
Clavícula y ciclismo marchan de la mano cuando hablamos de dar con los huesos en el asfalto o los caminos. Y esto vale, lo mismo, para los pros que para los cicloturistas. El dolor es el mismo para ambos.
Amstrong después de la caída
El dolor del pensamiento.¨No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió ¨(Joaquín Sabina)
El problema de una lesión de clavícula, como con cualquier otra dolencia, es que el dolor no es sólo físico sino también mental. Sea cual sea el nivel del ciclista, todos hemos luchado por unos objetivos que tenemos marcados en rojo en el calendario. Para ellos nos hemos preparado desde mucho tiempo atrás, sacando tiempo de donde no lo hay, e intentando ser lo más constantes posible. Todos esos retos se truncan con el chasquido de la clavícula. Todos los entrenamientos desde Noviembre, los madrugones, las rutas con frío, con lluvía, las horas robadas a la familia caen en saco roto. Nuestra mente no hace más que repetirnos que no han servido para nada. Llega la lesión y el parón físico, la falta de actividad, hace que nos encontremos en un estado al que no estamos acostumbrados: la inactividad. Y es aquí cuando la mente, el pensamiento, nos la juega y empieza a mandarnos estímulos negativos para minar nuestra moral. Este es el dolor mental al que me refiero y tiene un problema: no hay pastillas para tratarlo.
El problema de una lesión de clavícula, como con cualquier otra dolencia, es que el dolor no es sólo físico sino también mental. Sea cual sea el nivel del ciclista, todos hemos luchado por unos objetivos que tenemos marcados en rojo en el calendario. Para ellos nos hemos preparado desde mucho tiempo atrás, sacando tiempo de donde no lo hay, e intentando ser lo más constantes posible. Todos esos retos se truncan con el chasquido de la clavícula. Todos los entrenamientos desde Noviembre, los madrugones, las rutas con frío, con lluvía, las horas robadas a la familia caen en saco roto. Nuestra mente no hace más que repetirnos que no han servido para nada. Llega la lesión y el parón físico, la falta de actividad, hace que nos encontremos en un estado al que no estamos acostumbrados: la inactividad. Y es aquí cuando la mente, el pensamiento, nos la juega y empieza a mandarnos estímulos negativos para minar nuestra moral. Este es el dolor mental al que me refiero y tiene un problema: no hay pastillas para tratarlo.
Pablo Lastras
Y esta dolencia del pensamiento, curiosamente, aflora con más intensidad cuando el dolor físico se va apaciguando. Dicen que la memoria es selectiva, que con el tiempo borra los malos recuerdos. No lo creo. Pienso que estos momentos nos sirven para intentar superarnos y que siempre tenemos que tenerlos presentes en nuestra memoria a modo de recordatorio. Intentar mirar hacia adelante, olvidar lo que no hemos podido realizar y ver el futuro con optimismo, con ganas de volver a pedalear de nuevo, con más fuerza. En eso estoy ahora. Cuando mi mente me manda imágenes de la Titan Desert, de lo fantástico que podría haber sido el reto, cuando comienzo a lamentarme por mi mala suerte, por los espléndidos días de sol que está haciendo y de los que sólo puedo disfrutar desde mi seguro asiento en un banco del parque... es el momento de resetear.
El pensamiento es constante, traicionero, y a cada momento de debilidad te ataca. Es entonces cuando hay que levantar la vista y mirar más allá, hacia el futuro y repetirnos, una y otra vez, que lo importante es el día de hoy, el mañana, y que, por muy prudentes que seamos, no se puede luchar contra el azar y el destino. Éste siempre está agazapado en los caminos, en la carretera, en cualquier rincón de nuestra vida, y nunca sabemos cuando va a saltar a por nosotros.
El pensamiento es constante, traicionero, y a cada momento de debilidad te ataca. Es entonces cuando hay que levantar la vista y mirar más allá, hacia el futuro y repetirnos, una y otra vez, que lo importante es el día de hoy, el mañana, y que, por muy prudentes que seamos, no se puede luchar contra el azar y el destino. Éste siempre está agazapado en los caminos, en la carretera, en cualquier rincón de nuestra vida, y nunca sabemos cuando va a saltar a por nosotros.
Clamor
El dolor físico.
Manda huevos que lo primero que veas cuando entras por la puerta principal del Clínico sea el gepeto de la escultura que María del Carmen Gallego donó al hospital en 1996. Su título ´´Clamor ´´. A mí es que es verla y helarseme la sangre. Madre mía que cosa más tétrica. Que la pongan en la puerta del Museo de los Horrores vale pero en la entrada de un hospital, yo la verdad no lo veo. Acojona de verdad.
Una operación de clavícula es una intervención que para cualquier traumatólogo experimentado no tiene que suponer mayor complicación. En mi caso la fractura, denominada distal, en la parte más cercana al hombro, no era una rotura límpia y el hueso estaba bastante astillado.¨bajo anestesia general y profilaxis antibiótica con Cefazolina se realiza reducción abierta y fijación interna con placa gancho de 5 orificios (profundidad 15 mm) + cincha de PDS a la apófisis coracoides¨. Una vez reducida la fractura, mediante la colocación de la placa, se produce la inmovilización del brazo, en mi caso, hasta el día de hoy, durante 10 días. El postoperatorio es doloroso y pasas un par de días abonado a la ingesta de calmantes. Una noche ingresado y al dia siguiente a lamer las heridas a casa.
Poco a poco, con el paso de los días, el dolor se torna en molestia y el cuerpo se va acostumbrando a la nueva situación. Por fin, podemos descansar, dormir, aunque siempre en la misma postura: boca arriba. El paracetamol, el Nolotil, el Enantyum, etc., tan necesarios hace sólo unos días, poco a poco van siendo arrinconados en los cajones. A los siete días de la operación dejé de tomar calmantes, el dolor había desaparecido. Bueno, éste sólo hace acto de presencia cuando te encuentras a un conocido. Es entonces cuando el fulano, con su mejor intención, tiene la sana costumbre de saludarte a la española. Esto es con una efusiva palmadita en el hombro. Y siempre en el hombro de la cicatríz. Cuando te operan de ésto te gustaría ser esquimal y saludarte frotando napia contra napia sin mayor contacto físico.
Manda huevos que lo primero que veas cuando entras por la puerta principal del Clínico sea el gepeto de la escultura que María del Carmen Gallego donó al hospital en 1996. Su título ´´Clamor ´´. A mí es que es verla y helarseme la sangre. Madre mía que cosa más tétrica. Que la pongan en la puerta del Museo de los Horrores vale pero en la entrada de un hospital, yo la verdad no lo veo. Acojona de verdad.
Una operación de clavícula es una intervención que para cualquier traumatólogo experimentado no tiene que suponer mayor complicación. En mi caso la fractura, denominada distal, en la parte más cercana al hombro, no era una rotura límpia y el hueso estaba bastante astillado.¨bajo anestesia general y profilaxis antibiótica con Cefazolina se realiza reducción abierta y fijación interna con placa gancho de 5 orificios (profundidad 15 mm) + cincha de PDS a la apófisis coracoides¨. Una vez reducida la fractura, mediante la colocación de la placa, se produce la inmovilización del brazo, en mi caso, hasta el día de hoy, durante 10 días. El postoperatorio es doloroso y pasas un par de días abonado a la ingesta de calmantes. Una noche ingresado y al dia siguiente a lamer las heridas a casa.
Poco a poco, con el paso de los días, el dolor se torna en molestia y el cuerpo se va acostumbrando a la nueva situación. Por fin, podemos descansar, dormir, aunque siempre en la misma postura: boca arriba. El paracetamol, el Nolotil, el Enantyum, etc., tan necesarios hace sólo unos días, poco a poco van siendo arrinconados en los cajones. A los siete días de la operación dejé de tomar calmantes, el dolor había desaparecido. Bueno, éste sólo hace acto de presencia cuando te encuentras a un conocido. Es entonces cuando el fulano, con su mejor intención, tiene la sana costumbre de saludarte a la española. Esto es con una efusiva palmadita en el hombro. Y siempre en el hombro de la cicatríz. Cuando te operan de ésto te gustaría ser esquimal y saludarte frotando napia contra napia sin mayor contacto físico.
15 grapas
Hoy he tenido la revisión con el traumatólogo. Hacía ya diez días desde la operación. Aunque tenía claro lo que me habían realizado, no había visto las radiografías. Cuando ves el hierro metido ahí en el cuerpo y los tornillos ferreteros atravesando los huesos, la verdad es que te dá un poco de repelus. Además de la curiosidad por ver el chapajo, lo más importante era saber los plazos de recuperación de la lesión. El traumatólogo, lo primero que hizo, con gran maestría, fue quitarme las 15 grapas que sujetaban la sinuosa linea de mi nueva cicatríz. Luego, con un poco de miedo, formulé la pregunta:
- Y esto cuánto tiempo tengo que tenerlo inmovilizado?.
- De momento, contesto el doctor mientras estudiaba mi radiografía, tres semanas más. Luego veremos como evoluciona.
- Puedo montar en el rodillo o en una bicicleta estática?
- Sí. Siempre y cuando no te caígas.
- Viendo la suerte que tengo no puedo prometerte nada, contesté.
He de confesar que cuando escuché eso se me iluminó la sonrisa. Podía volver a entrenarme, dando pedales enlatados pero algo es algo. He de confesar que los días previos, cuando los dolores habían remitido, hice tres escapadas al gimnasio para hacer un poco de pierna con los hierros y las máquinas. Pero esto era diferente, podía volver a pedalear apoyado, eso sí, sólo con una mano y con mi inseparable ¨corse¨ inmovilizándomé el brazo y el hombro.
Aún queda un largo trecho por recorrer, pero es un primer paso. Comienza la vuelta atrás para que pillumachine vuelva a surcar los caminos y el asfalto.
Os adjunto la fotografía de la radiografía para que veáis lo guapo que esta el hierro. Si todo va bien en cuatro meses me tienen que intervenir de nuevo para quitármelo. Por esas fechas ya le habré tomado cariño y desprenderme de él será un duro golpe. Cada vez que le miro me gusta más. Esa forma tan similar a uno de mis grandes heroes. Cada vez se me va más la cabeza. Será del golpe y la medicación.
Sed felices.
- Y esto cuánto tiempo tengo que tenerlo inmovilizado?.
- De momento, contesto el doctor mientras estudiaba mi radiografía, tres semanas más. Luego veremos como evoluciona.
- Puedo montar en el rodillo o en una bicicleta estática?
- Sí. Siempre y cuando no te caígas.
- Viendo la suerte que tengo no puedo prometerte nada, contesté.
He de confesar que cuando escuché eso se me iluminó la sonrisa. Podía volver a entrenarme, dando pedales enlatados pero algo es algo. He de confesar que los días previos, cuando los dolores habían remitido, hice tres escapadas al gimnasio para hacer un poco de pierna con los hierros y las máquinas. Pero esto era diferente, podía volver a pedalear apoyado, eso sí, sólo con una mano y con mi inseparable ¨corse¨ inmovilizándomé el brazo y el hombro.
Aún queda un largo trecho por recorrer, pero es un primer paso. Comienza la vuelta atrás para que pillumachine vuelva a surcar los caminos y el asfalto.
Os adjunto la fotografía de la radiografía para que veáis lo guapo que esta el hierro. Si todo va bien en cuatro meses me tienen que intervenir de nuevo para quitármelo. Por esas fechas ya le habré tomado cariño y desprenderme de él será un duro golpe. Cada vez que le miro me gusta más. Esa forma tan similar a uno de mis grandes heroes. Cada vez se me va más la cabeza. Será del golpe y la medicación.
Sed felices.