Historia de una restauración. Parte I.
Todo el mundo se merece una segunda oportunidad. Ha pasado mucho tiempo desde que surcó por última vez las carreteras. Eran otros tiempos. Otros los caminos, distintos los paisajes. Nos hemos encontrado casi sin quererlo. El traicionero Cupido me la ha vuelto a jugar.
Esta vieja, muy mayor. Sus arrugas denotan su trepidante vida. Surcos y cicatrizes en su piel labrados en el esfuerzo sobre el ásfalto. El tiempo, inexorable, tenaz como los deseos, no ha tenido compasión de ella. Muchas sus historias, fuertes sus recuerdos. Quizá no me los cuente nunca. Su carácter callado, la prudencia que le da la edad, la hace discreta. Taciturna su mirada, bravo su corazón. Tristes suspiros son sus únicas palabras.
Alcyon, me llamo, susurró cuando nos presentaron con su sensual acento francés.
Todo el mundo se merece una segunda oportunidad. Ha pasado mucho tiempo desde que surcó por última vez las carreteras. Eran otros tiempos. Otros los caminos, distintos los paisajes. Nos hemos encontrado casi sin quererlo. El traicionero Cupido me la ha vuelto a jugar.
Esta vieja, muy mayor. Sus arrugas denotan su trepidante vida. Surcos y cicatrizes en su piel labrados en el esfuerzo sobre el ásfalto. El tiempo, inexorable, tenaz como los deseos, no ha tenido compasión de ella. Muchas sus historias, fuertes sus recuerdos. Quizá no me los cuente nunca. Su carácter callado, la prudencia que le da la edad, la hace discreta. Taciturna su mirada, bravo su corazón. Tristes suspiros son sus únicas palabras.
Alcyon, me llamo, susurró cuando nos presentaron con su sensual acento francés.
Tengo que conquistarla. Arrullarla entre mis brazos. Devolverla la sonrisa. Tocarla. Poco a poco. Sin prisas. Que me deje sentir el frío tacto de su acero en mis manos. Acariciarla con cuidado. Que su piel vuelva a erizarse cuando sus ruedas giren de nuevo sobre la carretera. Montaré con ella en el asfalto, os lo prometo, pero sin prisas. La premura se quedó en el desván de dónde la rescaté. Será mi amante secreta. Trek nunca lo sabrá. No comprendería porque cambio su joven y ligero cuerpo, por el vetusto y pesado hierro oxidado de ella. No lo entenderá, lo sé y lo comprendo. Tendré que ser un amante precavido, siempre en la sombra. No quiero perder a ninguna.